Tirado en el bajo sur,
nadie me viene a buscar,
sólo me queda esperar
que el día traiga la luz.
Y toda la lentitud,
la que mueve la ciudad,
con destellos de maldad
por las esquinas del centro.
Oigo risas y lamentos
detrás de la oscuridad.
Hay luces dentro de un bar
que lleva un rato cerrado
y aunque estoy solo y helado
no me permiten entrar.
Es duro de imaginar
que en la calle he de dormir,
pasar la noche y sentir
el frío de la mañana.
Y saber que aún tengo ganas.
Ganas de sobrevivir.