Vivía en el piso 10. En un pequeño apartamento.
Estaba viendo la tele cuando alguien llama a la puerta.
Acerco el ojo a la mirilla. Un hombre de traje, sin corbata, bien peinado y afeitado. Tendría unos cuarenta y tantos. Parecía buena gente.
Abrí la puerta.
-Buenas noches, ¿qué desea?
El hombre me dio un fuerte empujón y entró en el apartamento. Se dirigió corriendo hacia el balcón y se subió en el borde.
Yo enseguida me levanté del suelo y corrí hacia él.
-¡No se acerque, o me tiro!
-Bueno, se tirará de todas formas, ¿no?
El pobre suicida estaba temblando de miedo. Y yo también.
-Mi esposa me abandonó, no le veo sentido a seguir viviendo. – dijo sollozando.
-Siento mucho su situación y lo entiendo perfectamente, a mi también me pasó lo mismo.
-¿Ah, sí?
-¡Claro que si! Pero no es el fin del Mundo, créame, hay muchas cosas por las que vivir.
- ¿Como cuáles?
-Bueno, a mi me gusta mucho el fútbol por ejemplo, la música, viajar, leer, tengo amigos que me quieren, también está mi familia. Además, estoy seguro que tarde o temprano moriré, a todos nos llegará. ¿Para que adelantarlo? Quiero aprovechar lo que me queda de vida.
-Es que el sufrimiento es insoportable. – comentó en un tono más sobrio.
Yo me asomé al balcón y me senté en el borde muy despacio, intentaba ganarme su confianza. Miré hacia abajo, había mucha gente mirando. Era totalmente vertiginoso y provocaba una ligera intención de dejarse caer.
-¿No ve toda le gente que hay abajo? ¿Y si se cae encima de alguno y lo mata?
-No había pensado en eso. Pero se apartarán.
-O no. La gente no tiene la culpa.
-En eso tiene usted razón.
El hombre estaba más calmado. Y yo me acercaba cada vez más a él.
-¿Tiene hijos?
-Si, tres.
-¿Y entonces que pretende? ¿Qué sus hijos sufran e intenten suicidarse también?
-No lo harán, no son tontos.
-Pues no lo sea usted tampoco. Entre a mi casa y tómese una copa conmigo, hablemos, de lo que usted quiera, no se acaba aquí su vida, yo lo puedo ayudar. Cuente conmigo.
El hombre se puso a llorar, se sentó y se inclinó sobre mí. Yo lo agarré con fuerza y lo puse fuera de peligro.
Seguí ahí sentado viendo lo incitante que era estar al borde de la muerte.
Me balanceé hacia delante y me dejé caer.
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Buena historia y sorpresivo final.
ResponderEliminarrober
conmovedor, me ha gustado mucho. Mis felicitaciones.
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